Era el título de la que iba a ser mi primera película.
Llevaba cinco años trabajando en el guión, por supuesto ambientado en el mundillo ajedrecístico, pero no quería algo parecido a un documental, mi intención era forrarme de dinero, superar a la saga Torrente, e invadir los mercados europeo y americano (sin despreciar el asiático).
Por otro lado, mi amor por el ajedrez me impedía perderle el respeto, como han hecho en las conocidas En busca de Bobby Fischer (esos dos peones de torre avanzando como si fuera una carrera de cuadrigas, y el perdedor solo ve el jaque atravesado cuando el peon corona); o La defensa Luzhin (la partida jugada post mortem, como mínimo causa risa); por citar las dos chapuzas mayores.
Llevaba cinco años trabajando en el guión, por supuesto ambientado en el mundillo ajedrecístico, pero no quería algo parecido a un documental, mi intención era forrarme de dinero, superar a la saga Torrente, e invadir los mercados europeo y americano (sin despreciar el asiático).
Por otro lado, mi amor por el ajedrez me impedía perderle el respeto, como han hecho en las conocidas En busca de Bobby Fischer (esos dos peones de torre avanzando como si fuera una carrera de cuadrigas, y el perdedor solo ve el jaque atravesado cuando el peon corona); o La defensa Luzhin (la partida jugada post mortem, como mínimo causa risa); por citar las dos chapuzas mayores.